Tras la disputa del clásico en el Bernabéu, nuestro equipo ha vuelto a chocarse con la realidad. A principio de temporada, avistábamos un fallo de sistema, se pedía algo que revolucionara la idea de juego, un plan que brotase desde el banquillo. Yo mismo en un artículo lo denominé “Fallo en el engranaje”.

Ahora, la sensación es de todo lo contrario, lo que se necesita son piezas, tras las lesiones duraderas e inesperadas de Dembelé y sobre todo de Luis Suárez o la mala planificación deportiva, al equipo le faltan variantes, demanda ingredientes para que la idea del nuevo equipo técnico cause efecto, y la realidad es que no los hay.

En la primera parte del clásico, el equipo dio la cara, superando en ocasiones a los locales, y pudiéndose ir al vestuario por delante. Pero también es cierto, que en la segunda, desde el disparo de Isco y la gran intervención de Ter Steguen, el equipo tuvo un bajón físico notable, sin cruzar prácticamente la línea del medio campo ni crear ocasiones claras. La presión del equipo blanco ahogó a los nuestros, que se disolvieron a la hora de sacar el balón jugado, lo cual es la principal seña de identidad del equipo.

Ni nuestra estrella fue capaz de sacarse de la chistera una jugada que resolviera y encendiese las luces al equipo. Incluso Leo parece que se encuentra en una mala racha de cara a portería, con las fuerzas justas y demasiado solo a su alrededor para ser capaz de solventar la papeleta.

Hay que ser demasiado optimistas para creer que la temporada pinta bien, sin apenas efectivos, con un nivel físico de la plantilla bajo mínimos y con una idea que no acaba de cuajar. Aun así, el liderato se encuentra a un único punto. Un punto que tal y como están tanto el Madrid como el Barça es prácticamente insignificante ya que ninguno de los dos causa seguridad y en cualquier partido puede que haya una pérdida de puntos y un cambio en la cúspide de la tabla.

La felicidad va por barrios, y huele a que la alegría cogerá el puente aéreo varias veces en lo que resta de temporada. La euforia blanca es entendible, porque en los últimos tiempos cualquier visita de los culés a  Chamartín era sinónimo de tembleque y esta vez nos ha tocado a nosotros salir noqueados.

Pero nada más lejos de la realidad, es muy difícil predecir cómo acabará la temporada, pero bien es cierto que se asimila a un combate de boxeo en el que los dos equipos están al borde del K.O, aunque uno por fuerza debe llevarse la victoria, al menos en la competición local y todavía podemos ser nosotros.

Víctor Diosdado Hernández @victordisloke

Colaborador

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